La religión cristiana es la única que tiene el Espíritu Santo. Mientras piensa sobre esta doctrina del Espíritu Santo, recuerde que Jesucristo es el tema central de toda
No llames al Espíritu Santo “algo.” Él es una persona real que habita en cada creyente. A veces pensamos que la única persona real es aquella que es visible. En realidad nosotros somos una persona y tenemos personalidad, la cual no es el cuerpo en sí. Este cuerpo humano es solamente el vehículo que Dios nos ha dado para vivir en el planeta Tierra.
Tú no eres “algo”: cuando mueras, permanecerá un cuerpo que ponemos en la tumba, pero tú habrás partido. Esa persona real (el espíritu que partió) nunca ha sido visible, así como el Espíritu Santo tampoco es visible.
El Espíritu Santo se revela a la humanidad como una persona.
Él tiene atributos divinos como se nos revela en los siguientes pasajes de
El Espíritu Santo es también identificado en
Él está activo en muchas áreas a través de las Escrituras. Aquí tenemos un listado de las muchas cosas en las que está involucrado.
Mientras caminamos a través de la vida cristiana, debemos tomar conciencia del hecho de que es la persona del Espíritu Santo quien nos ministra cada día.
El peligro más grande que un cristiano enfrenta en este mundo no es caer en bancarrota, ni enfermedades, ni soledad, ni ofensas verbales, ni persecución, ni cualquier otra cosa, sino encubrir pecado en su vida. El pecado es lo que quiebra nuestra comunión con Dios, apaga al Espíritu Santo y habilita al diablo para desviar nuestra senda a un camino de dolor, sin la bendición de Dios. Gálatas 5:19-21 nos da una lista de cosas contra las cuales debemos ser muy sensibles.
Debemos darnos cuenta claramente que Satanás es el enemigo de nuestras almas. Esta es la batalla cotidiana que debemos pelear (Efesios 6:11-18). La victoria viene “cuando caminamos en la luz así como Él (Dios) es luz, y, tenemos comunión unos con otros (Dios y tú) y la sangre de Jesucristo, Su Hijo, nos limpia de todo pecado (I Juan 1:7). Manteniendo cuentas cortas con Dios a cada hora del día nos mantenemos en comunión con el Padre.
La confesión instantánea de nuestros pecados es nuestra única defensa contra el enemigo de nuestras almas. Lee varias veces y memoriza el capítulo 1 de la primera carta de Juan. Es el secreto de un andar victorioso en la vida cristiana.
Cada cristiano puede producir dos clases de frutos en su vida, pero sólo una clase será evidente en su tiempo. Recuerda, como un cristiano, tú puedes producir uno de estos frutos, dependiendo de tus deseos. Puede ser el fruto de la carne o el fruto del Espíritu. El fruto dependerá de quien tenga el control de tu vida. “Andad en el Espíritu y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne” (Gálatas 5:16-17). A diario tú estás llevando fruto mientras vives en este mundo, pero ¿qué fruto es? La presión del mundo te empuja a cumplir los deseos de la carne. La tentación se presenta en comerciales, medios de comunicación, revistas y mil lugares más. Satanás es el dios de este mundo (I Juan 5:19). Nuevamente, estas obras de la carne están detalladas en Gálatas 5:19-21. La persona que no es cristiana no tiene otra opción, sino sólo producir el fruto de la carne. Desde una perspectiva humana, él puede hacer buenas obras y aún obras religiosas y sociales que el mundo aplaude, de todas maneras, desde la perspectiva de Dios ellas no tienen mérito eterno.
La obra del Espíritu Santo es producir el fruto del Espíritu en tu vida. Sólo la persona que es cristiano nacido de nuevo puede tener este fruto. Observa que está en singular en las Escrituras. Tu no puedes seleccionar tu fruto: es Su fruto, así que Él produce todo o nada en tu vida dependiendo de tu relación espiritual con Dios. Cuando el pecado entra, el fruto cambia del fruto del Espíritu al fruto de la carne. El deseo de cada cristiano debe ser llegar a ver el correcto fruto en su vida. El Espíritu Santo obra en nuestras vidas y produce Su fruto cuando nos sometemos a Su control. Si Él no es Señor de todo, Él no es Señor de nada (Gálatas 5:22-24).
Nosotros no trabajamos para obtener una posición de victoria para estar en condiciones de producir el fruto del Espíritu. Nosotros trabajamos desde una posición que ya poseemos en Cristo. Habrá una batalla cada día de tu vida para producir este fruto, pero aquí está nuestra victoria: “los que son de Cristo, han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas 5:24). Debemos darnos cuenta que nuestra victoria no es de nosotros mismos sino de Cristo. La crucifixión de la carne no es por lo que hacemos, sino por quién vive en nosotros y en quién nosotros vivimos. “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Mientras nos sometamos al control del Espíritu Santo, podremos tener victoria a diario.
Tú puedes contristar el Espíritu Santo pero Él nunca te dejará porque “has sido sellado para el día de la redención” (Efesios 4:30). Su morada en ti es permanente hasta que arribemos a las puertas del Cielo.
Como cristiano, te has preguntado a ti mismo alguna vez: “¿Qué puedo hacer?” Si te hubiera regalado un nuevo automóvil, ¿qué esperaría que hicieras con él? ¿Esperaría que sólo lo miraras, lo pusieras en una habitación para mostrarlo y que la gente lo viera, hablara sobre él, le contara sus amigos de él, lo fotografiara, o esperaría que te subieras y lo condujeras? Obviamente, el propósito del automóvil es utilizarlo. Puedes conducirlo con el propósito de trabajar o de dar un paseo con tus amigos.
Dios te ha dado el don de la vida eterna, la morada del Espíritu Santo y dones espirituales para que los uses para Él. “Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho” (I Corintios 12:1,4-7). Los próximos versículos en este capítulo y en otros capítulos de
El Espíritu Santo mismo es el Sello:
1. Es un sello de pertenencia. II Timoteo 2:19.
2. Es un sello de identificación. Efesios 1:13-14.
3. Es un sello de seguridad. Efesios 1:13-14.
4. Es un sello de una transacción económica consumada. Un sello confirmaba una transacción legal. Jeremías 32:10.
5. Es un sello de justicia. Romanos 4:11.
6. Es un sello de impresión. Este sello dejaba siempre su impresión en cera. Cuando nosotros somos sellados con el Espíritu Santo, Su impresión es sobre nosotros mismos (II Corintios 1:22). Este es el sello de “arras.” El dinero de arras (adelanto, garantía) en una compra, aseguraba el pago final a la fecha establecida.
La presencia del Espíritu Santo es la garantía del pago de Dios. “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención” (Efesios 4:30). Su morada en ti es permanente hasta que arribemos al cielo.
La palabra bautismo significa “sumergir, colocar dentro de, o identificarse con”. El bautismo del Espíritu Santo es la operación por la cual el Espíritu Santo nos coloca dentro del cuerpo de Cristo cuando llegamos a ser salvos. El cuerpo de Cristo es
sinónimo de la iglesia, la cual incluye a todos los creyentes nacidos de nuevo. “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres, y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (I Corintios 12:13). Esta fue la promesa de Pentecostés y el principio de la iglesia.
El bautismo del Espíritu Santo no es una dotación de poder ni una experiencia, sino más bien un acto del Espíritu Santo mismo, como el agente que te coloca en el cuerpo de Cristo. Hechos 1:5, “seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.” Esto habla de Pentecostés, el comienzo de la iglesia, que pronto llegaría. Antes de Pentecostés el Espíritu Santo venía sobre las personas, Él estaba “con vosotros,” pero después de Pentecostés, Él estaría siempre “en vosotros”. Él hace residencia permanente en todos los que son salvos. En todo lugar donde las palabras “bautismo del Espíritu” son usadas, siempre se aplican colectivamente a un grupo y nunca a un individuo. Cuando vemos en las Escrituras el “Bautismo del Espíritu y de fuego,” tenemos un cuadro contrastante de salvación y juicio. Tú tienes uno o el otro, dependiendo de tu relación con Jesucristo. Ver Mateo 3:11-12; Lucas 3:16-17.
Algunos podrían afirmar tener una experiencia de “Bautismo del Espíritu” y hablar en lenguas. Algunos podrían afirmar haber recibido poder para sanar, hacer milagros y echar fuera demonios, pero estos son falsos profetas y falsos maestros. Por favor leer II Pedro capítulo 2. Ellos están interpretando
La llave para el uso de los dones del Espíritu Santo por los creyentes hoy debe estar motivada por un camino más excelente. I Corintios 13:2, “Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy”. El amor es la fuerza impulsora que debe motivarnos a ejercer nuestros dones como cristianos. Debemos someter todo al Señor Jesucristo para estar dispuesto a todo tiempo, para todo lugar, para toda obra, para todo testimonio a que nos llame el Maestro. Mucho más podríamos compartir sobre la persona y la obra del Espíritu Santo, y mientras maduramos en Cristo, entenderemos más de Su presencia y obra en nuestras vidas.